Otmaro Ruíz - Todo mayo: Evio Di Marzo y su Adrenalina Caribe, antes y después

Conversando con Otmaro Ruíz vía Internet Los Ángeles-Caracas, el 8 de julio de 2020

La entrevista con Otmaro Ruíz fue para mí una experiencia bien agradable e inspiradora. Tocamos muchos temas en los que Otmaro nos dibuja de una manera franca y honesta, y como resultado del análisis y muchas reflexiones, la importancia artística que para él tuvo la vida musical de los años ochenta en Venezuela, su formación inicial y lo que ha sido hasta hoy su vida y trayectoria musical en los Estados Unidos.

Otmaro conoció a Evio Di Marzo en Fandango, el estudio que fundó Evio en Caracas a finales de los años setenta; el famoso “Sótano de La Florida”. Evio “tenía la particularidad de que le caía bien a todo el mundo de entrada”, nos dice Otmaro, “por ser un tipo completamente espontáneo y con un humor muy peculiar”. Cuando Otmaro comenzó a ensayar en Fandango con Soledad Bravo, estando bien jovencito, no sabía que Evio también era músico. Pero luego de este primer encuentro y, con el paso del tiempo, se fue consolidando una relación de mucho afecto entre ambos y de admiración mutua como músicos que se mantuvo toda la vida. Para Otmaro, Adrenalina Caribe consigue dar con una fórmula “muy bien hecha y con músicos extraordinarios”. 

Otmaro Ruíz es un músico venezolano y pianista destacado, muy reconocido nacional e internacionalmente. Ha formado parte como intérprete, compositor, arreglista y director musical de muchísimas bandas, tanto venezolanas como de otras partes del mundo (ya que la lista es larguísima, pueden mirar su biografía y discografía en: https://www.otmaro.com/). También se ha dedicado a la enseñanza de la música y el piano. Desde hace al menos 30 años se mudó para la ciudad de Los Ángeles, en Estados Unidos, donde vive actualmente. Los dejo entonces con este extraordinario relato.


Por Beatriz Pantin 

—¿Cuándo comenzaste con la música?

—Soy el primer músico de la familia. Tengo una familia más bien de científicos, ingenieros, agrónomos, abogados. Sí hay un par de músicos aficionados. Entonces yo creo que soy el primer músico de la familia (risas). Comencé a estudiar música desde muy temprana edad. Antes de los 6 o 7 años ya tocaba cuatro. A los 8 años le dije a mi papá que quería estudiar guitarra. Comencé en el Conservatorio Juan Manuel Olivares, donde estudié la carrera completa de música y la carrera de guitarra clásica. Nunca culminé el grado porque no me aparecí en el examen final. También venía tocando un poco de piano. Luego empecé a estudiar Biología en la Universidad Simón Bolívar

—¿Por qué no te presentaste en el examen final?, (risas)… 

—(Risas)… Todo tiene que ver con el piano. Comencé a estudiar Biología porque mis papás eran doctores y me encanta la ciencia. Pero estaba muy sobre saturado con la Universidad y estudiar guitarra era muy riguroso en el Conservatorio. Así que me fui dedicando más a tocar piano popular. Empecé a trabajar con Soledad Bravo, que en aquel entonces estaba en el tope. Ella me ofreció tocar en su banda y comenzamos a viajar por todo el mundo. Para mí esto fue lo que dictó la decisión de hacerme músico profesional. Me faltaba un año y medio para graduarme de biólogo y lo otro que me faltaba también era aparecerme en el examen final de guitarra para tener todos los grados (risas). Pero la vida musical que estaba experimentando me resultaba muy sabrosa. Me gustaba mucho viajar y tocar.

El pianista Otmaro Ruíz

Después de Soledad Bravo, empecé a trabajar con muchos artistas a los cuales les debo mucho. Recuerdo especialmente a Jorge Spiteri, a quien acabamos de perder. Él me abrió las puertas en la parte de las grabaciones. Así que comencé a estar entre músicos, en grabaciones, giras y conciertos. Toqué también con Mirla Castellanos. Me encantaba “La Primerísima”. Después viene toda esta explosión, todo este renacimiento discográfico que hubo en Venezuela en los años ochenta, que es cuando salen Evio Di Marzo y Adrenalina Caribe, Ilan Chester, Yordano con La Sección Rítmica de Caracas, Daiquirí... Estaba toda la gente de Rodven y toda la gente de Sonográfica. Para mí fue un buen tiempo. 

Álbum de Ilan Chester "En vivo" (Sonográfica, 1988) con Otmaro Ruíz en los teclados

—¿Por qué te cambiaste al piano? Me resulta difícil explicar o comprender a veces por qué se establece una conexión o una química especial con un instrumento en particular…

—Me tomó 9 años darme cuenta de que no tenía una conexión real con la guitarra. En cambio sentía una conexión muy directa cuando tocaba piano. Era como una proyección de mi cuerpo. Di conciertos con la guitarra y todo, pero no me llenaba artísticamente. Esto lo venía analizando desde hacía tiempo. Lo mismo me sucedió con la Biología. Era un apasionado de esa carrera. El problema fue de logística. A mí me gustaban mucho la Zoología y la Ecología. Pero había veces que teníamos que hacer trabajos de recolección de especies, trabajos de campo, que duraban mucho tiempo, y ahí yo me decía: “Oye, ¿cuándo voy a ver un piano? ¿Cuántos días me voy a pasar sin tocar un piano? Y ya esto me empezaba a comer el cerebro. Además, me di cuenta de que los biológos estaban peor que los músicos (risas)… Los ecologistas son como los bohemios de la ciencia…

—Cierto (risas)… ¿Cómo fue ese tiempo en el que comenzaste a frecuentar Fandago, el estudio que tenía Evio Di Marzo en Caracas que se conoció más como el “Sótano de La Florida”?

—Fíjate tú. Cuando empecé a tocar con Soledad y Mirla, que fueron mis primeros trabajos importantes, Soledad Bravo hacía los ensayos en Fandango, en el “Sótano de La Florida”.

Portada del álbum de Soledad Bravo "En vivo" (Top Hits, 1989) con Otmaro Ruíz en el piano y los teclados

Entonces ahí fue que conocí al propietario de Fandango que era Evio Di Marzo. En aquel momento, en un primer momento, no sabía que Evio era músico. 

Evio tenía la particularidad de que le caía bien a todo el mundo de entrada porque era un tipo completamente espontáneo y con un humor muy peculiar. Entonces en el primer contacto con Evio, yo me decía: “Oye, ¡qué tipo tan chévere!”, era un vacilón. Después vine a saber que era músico y que tenía el grupo Adrenalina Caribe que por supuesto también ensayaba en Fandango

Evio Di Marzo / Foto: Cortesía Rossana Di Marzo

Toda esta época en Venezuela y este renacimiento discográfico fue muy significativo desde el punto de vista artístico, porque lo que se venía haciendo eran cosas más comerciales. Con Yordano sale otra propuesta. Era la primera vez que se hacía algo con esos matices de pueblo, pero con un ángulo de sofisticación. Igualmente Ilan Chester colocó la parte musical de nuevo en la ecuación con las progresiones armónicas interesantes, los detalles vocales que él hacía; una cosa de mucha altura. Además, con todas las influencias que teníamos, por ejemplo del pop en inglés y de otros géneros, aparecen todas estas propuestas nuevas que eran tan interesantes. 

Captura de pantalla del Video-clip del tema de Yordano: "Manantial de corazón" - De izquierda a derecha: Lorenzo Barriendos, Ezequiel Serrano, Yordano y Otmaro Ruíz (año 1985)

Yo estuve en contacto con las dos compañías discográficas,
Sonográfica y Sonorodven. Pero hubo una época en que se creó como una división entre ambas. Estaban los músicos de Sonográfica y estaban los músicos de Rodven, y yo estaba en le medio (risas). Yo tocaba con el que me llamara. Realmente me la llevaba muy bien con todos, aunque debo admitir que la propuesta de Sonográfica era mucho más de vanguardia, más interesante, desde el punto de vista artístico. La propuesta de Rodven, que tenía muy buenos presupuestos, era más main stream, más establecida. Sin embargo, yo gozaba de estos dos mundos. Llegué a ser el director musical de Melissa, así que me ponía mi bandana de rockerito al mismo tiempo que hacía otro tipo de música con La Sección Rítmica de Caracas y Yordano, con Sergio Pérez, Ilan Chester, Daiquirí… 

Lea también: Alejandro Blanco-Uribe - Serie "Todo mayo: Evio Di Marzo y su Adrenalina Caribe, antes y después"

Otmaro Ruíz en los teclados con Ezequiel SerranoYordano La Sección Rítmica de Caracas / Foto: Cortesía Ezequiel Serrano

Con Daiqurí pasaba que como era una banda que tenía músicos fijos, entonces tenía que cuidar su imagen como agrupación, pero a veces, por conflictos de horario, alguno de ellos no podía asistir. Allí tocaba Silvano Monasterios y nosotros dos éramos muy parecidos físicamente. Así que cuando ellos hacían televisión, y Silvano no podía ir, yo lo suplantaba (risas)…

—Yo creo que casi nadie se enteró (risas)… Uno no sabía en ese momento, siendo un público normal, además jovencito, que muchos de ustedes tocaban al mismo tiempo en varias bandas. Encuentro fascinante, ahora que diviso ese tiempo un poco mejor, la fluidez y la flexibilidad que me parece que había entre ustedes, de poder tocar aquí o allá. Además, existía una especie de movimiento al mismo tiempo muy variado en el que se juntaba de todo: músicos académicos, autodidactas, unos más formales, otros más espontáneos. ¿Has visto esto en otro lado?

—Me preguntan mucho acerca de esto. Culturalmente esta es una de las cosas por las que los venezolanos debemos sentir un orgullo, que claro, es resultado de muchas circunstancias, porque no fue algo que nosotros realmente creamos. Primero, tenemos esta particularidad por nuestra ubicación geográfica. Venezuela ha sido un punto de llegada de todo. Por ejemplo, la cercanía que tenemos con la música brasilera es un tesoro, es una gran ventaja. 

Por otra parte, recibimos una instrucción de música académica muy privilegiada. Éramos uno de los pocos países del mundo que tenían un sistema de educación musical gratuito, que estaba conectado con Europa y otras partes del mundo. A Venezuela llegaban profesores de muchos países. Cuando Aldemaro Romero hizo la Orquesta Filarmónica de Caracas, una cantidad de músicos, que venían de afuera, se quedaron viviendo en Venezuela. 

Entonces en esta condición que tenemos, producto de tantas influencias y mezclas, que un músico venezolano no tocara varios géneros, era como una rareza. Sin embargo, cuando uno sale de Venezuela, es cuando uno comienza a cuestionarse si eso es lo que funciona mejor, porque en el caso de los Estados Unidos se premia mucho la especialización, y entonces, esto que nos ha marcado culturalmente a muchos músicos venezolanos, puede verse más bien como una debilidad. De allí a que tengamos que esforzarnos el triple para demostrar que eso que te están pidiendo sí lo puedes hacer. Es como un arma de doble filo. 

Otro factor que ayudó a que se creara todo este sancocho, es que justamente, por ahí a comienzos de los años ochenta, regresaron muchos de los músicos venezolanos que se habían ido a estudiar a los Estados Unidos, a Berklee, y venían con todo ese conocimiento nuevo, con una onda más especializada, más relacionada con el jazz. En Venezuela no había una instrucción especializada de jazz. Estaba Gerry Weil

Entonces si uno quería estudiar jazz, tenía que hacerlo a la antigua. Yo me iba en carrito, caminaba hasta Juan Sebastian Bar y me sentaba allí, siendo menor de edad, con mi limonada, a ver a Pedrito López tocando y a robarle todo lo que veía y escuchaba. Le quemaba las manos con mis ojos. 

Comienzan a regresar al país músicos como Luis Alvarado, Willie Croes, Olegario Díaz, que era muy buen educador y quien fue uno de los pocos que comenzó a dar clases. Todos ellos trajeron sonidos bien interesantes que se conjugaron en toda esta producción musical de la que te hablo, que llegó a ser tan significativa desde el punto de vista artístico. 

Con La Sección Rítmica de Caracas pasa algo muy interesante. Me atrevo a decir que esta banda llegó a ser muy importante como unidad musical autónoma, es decir, no estaba solo al servicio de Yordano, sino que iba más allá. Por ejemplo, con esta banda, hacíamos sesiones de jazz...
De izquierda a derecha (arriba): Eliazar Yánez, Willie Croes, Yordano, Eddy Pérez y Cocoy Álvarez (sentados): Nené Quintero (el segundo), Lorenzo Barriendos, Ezequiel Serrano y Otmaro Ruíz / Foto: Cortesía Ezequiel Serrano
Ser parte de La Sección Rítmica de Caracas era una prioridad para muchos de nosotros. A mí me ofrecían tocar en otra parte, teniendo la oportunidad de tocar con La Sección Rítmica de Caracas, y yo me quedaba allí tocando. No solamente era un vacilón, porque éramos todos amigos, sino porque lo que se hacía musicalmente con La Sección Rítmica de Caracas, me parecía mucho más interesante.

Lea también: Lorenzo Barriendos - Serie "Todo mayo: Evio Di Marzo y Adrenalina Caribe, antes y después"

—¿Cuál es tu apreciación como músico de Adrenalina Caribe?

—Cuando sucedió lo de la partida de Evio Di Marzo, comenzaron a circular una cantidad de videos que me trajeron muchos recuerdos. A mí lo que más me gustaba de Adrenalina Caribe era que tenía el grado justo de pueblo, pero con una musicalidad y con unos detalles pulidos, muy pulidos. 

Evio Di Marzo y su Adrenalina Caribe / Foto: Cortesía Rossana Di Marzo

La banda logró dar con una fórmula muy bien hecha y con músicos extraordinarios. Yo veía a Roldan Peña, que tocaba en mi banda de jazz, con Adrenalina y me decía: “Guao, ¡qué sabroso suena!”. Se trataba de una cosa bien escrita y tocada por personas con muy buen gusto.

Lea tambiénRoldan Peña - Serie "Todo mayo: Evio Di Marzo y su Adrenalina Caribe, antes y después"

A Evio siempre lo respeté como músico. En los últimos años estuvimos permanentemente en contacto por Internet y nos hablábamos mucho…

—¿En qué momento te vas de Venezuela?

—Primero, salí en el año 1987. Estaba trabajando con la compañía de Chuchito Sanoja. Nos iba muy bien y tenía como 23 años. Hacíamos muchísimos comerciales. Entonces en ese tiempo sentí que tenía la oportunidad de irme para aprender otras cosas. Así que tomé la decisión de venirme a Los Ángeles porque sentía que en esta ciudad en particular podía seguir creciendo como músico. Hice una maestría y empecé en seguida a trabajar con toda esta gente que veíamos en los discos, con toda esta gente que idolatrábamos, y empecé a crear relaciones con muchos de estos músicos que prácticamente me adoptaron aquí. 

La venida a Los Ángeles fue una decisión netamente profesional. En los Estados Unidos hay como cuatro focos musicales y artísticos principales: Nueva York para el jazz, Chicago para todo el área de la televisión, Nashville para todo lo que es la grabación y Los Ángeles, que es un sitio muy particular, para la industria discográfica. Así que todo lo que hay en las otras ciudades se concentra en esta ciudad en la que he podido crecer profesionalmente, grabar, tocar jazz, tocar pop. Por ejemplo, para mí tocar con Gino Vannelli era una fantasía, o con Tito Puente. En jazz, haber tocado con John McLaughling era como ciencia ficción. Y esto pudo pasar acá. Por eso me siento muy afortunado.

Tema “Brother to Brother” con Gino Vannelli, la Metropole Orquesta y Otmaro Ruíz en el piano

Tema “To Bop Or Not To Be” del álbum Industrial Zen (2006), del jazzista John McLaughlin y con Otmaro Ruíz en los sintetizadores

Sin embargo por otro lado como inmigrante nunca terminas siendo parte realmente. Aunque tengo más años viviendo en los Estados Unidos que el tiempo que pasé en Venezuela, todavía hay cosas de acá que siento ajenas. De hecho, a veces, cuando viajo a Europa, siento más cercanía con Venezuela. Pero vivir en Los Ángeles ya forma parte de mi vida, es mi realidad, por eso tampoco puedo dejar de hablar de la situación de acá. Por supuesto, a mí todavía me duele Venezuela y sufro las consecuencias de lo que está sucediendo, junto a toda mi familia. 

Otmaro Ruíz / En: https://www.otmaro.com/ / Foto: Joseph Viles

—¿Cómo ves en este momento el panorama de la música a nivel mundial?

—Como músico las metas que uno se va fijando son metas siempre movibles, o al menos para mí es así. Sin embargo, lo que está pasando ahorita me parece muy estático y lo veo como resultado de una naturaleza muy inmediata. Estamos hablando de un momento en el que muchas de las cosas, por ejemplo la información, son de naturaleza inmediata, y así como hay mala información para cuestiones políticas, hay mala información para cuestiones culturales. 

No estoy muy enterado de lo que se está haciendo ahora en Venezuela. Pero en general me atrevo a decir que tenemos una situación muy distinta desde el punto de vista musical, sobre todo si pensamos en la gente más joven. Ahora encontramos en las redes todo listo y masticado. Si uno va a Youtube hay miles de tutoriales. Entonces si uno compara esto con el momento en el que nosotros nos estábamos formando, vemos que a diferencia de esto que te estoy esbozando, nos costaba años aprender. Nuestro aprendizaje tenía un proceso de asimilación, de digestión, mucho más lento; un proceso de cocción lento. Por ejemplo, yo no tenía sistema de sonido en mi casa, entonces si yo quería aprenderme algo lo escuchaba primero en el carro y luego tenía que esforzarme mucho para poder acordarme de todo, porque me pasaba que cuando me sentaba a tocar piano se me había olvidado gran parte. Así que cometía muchos errores (risas). 

Por eso pienso en el arte muchas veces como el resultado de muchos errores, de un proceso de ensayo y error, porque precisamente dentro de todo ese proceso de aprendizaje y creación, lo que lograba desarrollar, venía a ser muy diferente a lo que había escuchado o había podido retener. 

Tema "And Then She Smiles" de Otmaro Ruíz dedicado a su hija Maya Ruiz / Álbum de Otmaro Ruíz: "Sojourn" (2008) con Larry Koonse (guitarra), Katisse Buckingham (flauta y saxo), Sezin Ahmet Turkmenoglu (bajo), Ana Barreiro (percusión) y como invitada especial Catina DeLuna (voces) / En: Canal de Youtube: Otmaro Ruiz

¿Cuál puede ser hoy otra de las diferencias? Noto que mucho de lo que suena ahora resulta igual, son como réplicas de réplicas de todos esos contenidos que circulan por las redes y que ya están masticados. Siento que todo se está repitiendo mucho, cuestión que se intensifica aún más con la fórmula de negocio de bombardeo constante. Con esto la parte artística se ha abaratado de una manera tremenda y además está muy fragmentada porque aparte ya un disco no es la meta. 

—Uno tiene la sensación de estar fuera de órbita, de no poder sentirse tan maravillado como sí sucedía mucho más antes, al menos en mi caso...

—Uno se transforma como en un guerrillero solitario. Pero hay esperanza. La música se hace con inspiración y la inspiración tiene que ver con el conocimiento, con el estudio, con el esfuerzo… Es algo que creo que va a tener que empezar a darse de nuevo…

Comentarios